La estrategia de Red Bull y las contingencias presentadas durante toda la carrera que favorecieron a Max Verstappen, le pusieron una alta dosis de adrenalina al campeonato de autos más famoso y competitivo del mundo.
Pasaron muchos años, y otro tanto de protagonistas, para que un campeonato de autos de tanta alcurnia, como el de la Fórmula 1, tuviera en el libreto una final de ataque y terminara siendo una ¡carrera de locos!
Fue una final épica en la que Red Bull, el equipo del nuevo campeón mundial Max Verstappen, jugó sus cartas a la perfección, pero no lejos del riesgo y la osadía. Aun así, todo le salió bien. O demasiado bien, diríamos.
El campeón reinante al momento del último gran premio, celebrado en Abu Dabi, el inglés Lewis Hamilton, con la igualdad de puntos como referencia en la general, tenía mucho a su favor. Y lo ratificó desde la largada cuando le ganó en viveza a Verstappen y tomó la delantera con cátedra y mando, porque su rendimiento fue creciendo de manera alarmante, que ya muy pocos daban un peso por la suerte del aspirante holandés.
Sin embargo, los accidentes que se dieron como por arte de magia -dicen los expertos- en los momentos más expectantes de la carrera, así como la labor de equipo que cumplió el mexicano Pérez, y la estrategia de Red Bull de cambiar llantas al monoplaza rojo y negro, fueron factores determinantes para que el nuevo campeón de la F1 resucitara en la parte final y tras una relanzada, luego de varias vueltas en bandera amarilla (neutralizada), que paralizó al mundo entero, que a esa hora se devoraba el tremendo show de estos gladiadores de los fierros bravos, Verstappen se la jugó y a media vuelta del final hizo el sobrepaso de su vida y se trepó al primer lugar, a donde nuca pudo llegar antes.
Ganó con lujo de detalles, pero con mucha suerte y fortuna. Y eso también sumó en el presupuesto del nuevo campeón de la F1 y de la escudería que jamás renunció a ese galardón, ni siquiera cuando las cuentas poco ayudaban y las ventajas se esfumaron como por arte de magia.
Las referencias de los escrupulosos periodistas metidos de lleno en los deportes a motor, dicen que ‘Hamilton ganó su primer campeonato en la última curva del GP de Brasil en 2018 y lo ha perdido en el último giro de Yas Marina’. Cierto.
Vinieron, como era de esperarse, las demandas y reclamaciones, pero seguro que estas no van a prosperar, porque lejos de sus implicaciones post-carrera, dejarían un pésimo sabor y una aberrante referencia para el futuro inmediato de la Fórmula 1. Por ahora, ‘al rey muerto, rey puesto’. Y Verstappen con Red Bull metido en su corazón es el nuevo rey de la Fórmula 1.